![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQ9enysbi5WNoee8RVestUUWri_F49SfhNA5zzkSqjZkd126SzHlLJSkiUg3nSDADlalzPYqCagVJdyVNq0saeXObM_AP7YENZWUYi88_2u0flVxBxu7GMS_Wm9F7zSGuFkJ6hTOZQJak/s320/050329Ndiosciencia.jpg)
Entre la Ciencia y el Espíritu, existe un umbral el cual debemos traspasar si queremos dar apertura a lo sorprendente; a ese mundo de posibilidades que no conocemos por nuestros prejuicios, por nuestra forma de pensar, por nuestra cultura. Dios y la Ciencia son hermosos pero no se mezclan ni tampoco pelean; debemos aprender a vivir con ellos por separado, denotandolos y connotandolos como corresponden, evitando la empatia en uno, cuando estamos trabajando con el otro.
A Dios siempre lo usamos; a la Ciencia también, dos herramientas básicas que complementan nuestra vida y nos dan felicidad.